La lengua, la sangre y el apellido

Yásnaya Aguilar Gil

Editorial Madreselva

 

Año: 2021

Páginas: 

 

Nuestras lenguas no se mueren, las matan, sentencia Yásnaya Aguilar Gil, lingüista, escritora y traductora. Yásnaya pertenece al pueblo mixe, nació y se crio en Oaxaca (México) y desde el corazón de ese territorio interpela la razón del saber capitalista, colonialista y patriarcal.

Las lenguas que hablan las poblaciones necesitan de un suelo donde crecer y vivir, sin tierra no hay tal vida. Como pueblo que reside en un territorio de conquista y como habitantes que resisten al despojo, el discurso de Yásnaya entronca con la tradición anarquista porque interpela la responsabilidad del Estado en el saqueo.

En La sangre, la lengua y el apellido veremos como la imposición de una cultura pretendida universal borra a los pueblos que son colonizados por el Estado, y que esa supresión se manifiesta en empresas de pillaje en la geografía y de asesinato de sus pobladorxs.

En mixe no hay diferenciación entre civilización y naturaleza, porque separarlas puede convertir la naturaleza en mercancía y abrir la puerta a los proyectos de muerte sustentados en su expolio, sea concreto o simbólico, donde hay una desconexión entre el ser humano y la tierra que habita y transita.

No es casual que sean los pueblos indígenas quienes desafíen a los proyectos neo-extractivistas, porque han sido guardianes. Y ahora que el capitalismo necesita de más territorios, su defensa se vuelve también resguardo del medioambiente y por tanto de la vida.

La sangre, la lengua y el apellido

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Nuestras lenguas no se mueren, las matan, sentencia Yásnaya Aguilar Gil, lingüista, escritora y traductora. Yásnaya pertenece al pueblo mixe, nació y se crio en Oaxaca (México) y desde el corazón de ese territorio interpela la razón del saber capitalista, colonialista y patriarcal.

Las lenguas que hablan las poblaciones necesitan de un suelo donde crecer y vivir, sin tierra no hay tal vida. Como pueblo que reside en un territorio de conquista y como habitantes que resisten al despojo, el discurso de Yásnaya entronca con la tradición anarquista porque interpela la responsabilidad del Estado en el saqueo.

En La sangre, la lengua y el apellido veremos como la imposición de una cultura pretendida universal borra a los pueblos que son colonizados por el Estado, y que esa supresión se manifiesta en empresas de pillaje en la geografía y de asesinato de sus pobladorxs.

En mixe no hay diferenciación entre civilización y naturaleza, porque separarlas puede convertir la naturaleza en mercancía y abrir la puerta a los proyectos de muerte sustentados en su expolio, sea concreto o simbólico, donde hay una desconexión entre el ser humano y la tierra que habita y transita.

No es casual que sean los pueblos indígenas quienes desafíen a los proyectos neo-extractivistas, porque han sido guardianes. Y ahora que el capitalismo necesita de más territorios, su defensa se vuelve también resguardo del medioambiente y por tanto de la vida.