Una confesión póstuma

Marcellus Emants

Fiordo

 

Rústica, 272 páginas
Traducción: Diego J. Puls

 

Hijo de una madre rencorosa e impasible y de un padre enfermizo e iracundo con gusto por la pornografía, Willem Termeer es el narrador de Una confesión póstuma. Como en Memorias del subsuelo, de Fiódor Dostoyevski, Termeer se presenta como un hombre malo, desagradable y enfermo víctima de su herencia y de la impersonal maquinaria social que lo rodea. Incapaz de guardar su secreto, Termeer decide poner por escrito los hechos que lo han llevado a asesinar a su esposa, pensando que tal vez alguien algún día se verá reflejado en él al leer estas páginas. Con un lenguaje agitado y verborrágico, la confesión comienza con el recuerdo de una de sus primeras y más dolorosas experiencias: el ingreso a la escuela y la sensación de haber sido abandonado como un conejo en una jaula de bestias salvajes. De ahí en adelante las cosas no harán más que empeorar. 
Clásico de las letras holandesas, Una confesión póstuma fue publicada en Ámsterdam en 1894. Traducida al inglés por J. M. Coetzee en 1975, se presenta en esta edición por primera vez en español.

Una confesión póstuma

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Hijo de una madre rencorosa e impasible y de un padre enfermizo e iracundo con gusto por la pornografía, Willem Termeer es el narrador de Una confesión póstuma. Como en Memorias del subsuelo, de Fiódor Dostoyevski, Termeer se presenta como un hombre malo, desagradable y enfermo víctima de su herencia y de la impersonal maquinaria social que lo rodea. Incapaz de guardar su secreto, Termeer decide poner por escrito los hechos que lo han llevado a asesinar a su esposa, pensando que tal vez alguien algún día se verá reflejado en él al leer estas páginas. Con un lenguaje agitado y verborrágico, la confesión comienza con el recuerdo de una de sus primeras y más dolorosas experiencias: el ingreso a la escuela y la sensación de haber sido abandonado como un conejo en una jaula de bestias salvajes. De ahí en adelante las cosas no harán más que empeorar. 
Clásico de las letras holandesas, Una confesión póstuma fue publicada en Ámsterdam en 1894. Traducida al inglés por J. M. Coetzee en 1975, se presenta en esta edición por primera vez en español.